En una sociedad donde la vida gira en torno al erotismo y la libido acelerada se considera sinónimo de salud física y mental, sentir poca o escasa atracción sexual por otras personas es algo señalado, juzgado y patologizado. De hecho, quien no entiende este fenómeno (incluyendo a los que lo tienen) considera a los asexuales como reprimidos, con miedo a la intimidad o con dificultad para encontrar “a la persona adecuada”.
Hoy se sabe que, aproximadamente, una de cada cien personas experimentan escaso o nulo deseo y atracción sexual.
No obstante, hoy se sabe que, aproximadamente, una de cada cien personas experimentan escaso o nulo deseo y atracción sexual. Estos datos nos revelan que tener poco apetito sexual no es necesariamente producto de trastornos psicológicos ni de disfunciones biológicas. Las causas, factores y motivos de la asexualidad pueden ser muchas y diversas –como todo fenómeno humano que es complejo–, pero de ahí a hablar de “anormalidad”, es un equívoco y es riesgoso.
Más que una decisión, una orientación
Podemos entonces definir la asexualidad como la falta de atracción sexual hacia otras personas o como el poco o nulo deseo de tener actividad sexual. Esta condición u orientación no excluye la experiencia de sentir atracción romántica, intelectual y/o emocional por alguien, ni el genuino deseo de hacer pareja o familia e, incluso, de tener hijos. Si bien este fenómeno ha sido poco estudiado entre la comunidad de científicos, sociólogos, médicos, terapeutas y sexólogos, lentamente han aumentado las investigaciones al respecto, y con ello la comprensión del mismo.
Definirse como inapetentes sexuales no es un trastorno ni un déficit, sino un estilo de vida complejo, para el que no hay solo una definición.
En ese sentido, quienes se definan como tales pueden afirmar, sin vergüenza, que son personas normales, capaces de relacionarse, enamorarse y establecer relaciones de compromiso, si así lo desean. Definirse como inapetentes sexuales no es un trastorno ni un déficit, sino un estilo de vida complejo, para el que no hay solo una definición.
Un ejemplo de lo anterior es que existen algunas personas asexuales que argumentan que su condición no significa que no tengan actividad sexual o que opten por el celibato. Hay casos de gente que afirma tener vida sexual en tanto que quieren satisfacer a sus parejas, sentirse conectados íntimamente y descargarse fisiológicamente, o porque desean tener hijos; la diferencia es que su manera de relacionarse y vincularse no está motivada por el deseo sexual.
La complejidad aumenta cuando los asexuales son transgénero (uno de cada 10) o no binarios (3 de cada 10, aproximadamente). Los especialistas atribuyen su falta de apetito sexual a la terapia hormonal, el consumo de ciertos medicamentos u otras razones correlacionadas. Aunque todo ello puede influir en la falta de apetito sexual, no significa que la identidad asexual de la persona pueda ser desacreditada; por eso, con frecuencia, los asexuales se identifican dentro de la comunidad LGBT+.
Podríamos considerar que la asexualidad es más una orientación sexual –como lo es la homosexualidad, la heterosexualidad o la bisexualidad– que una elección.
Dicho lo anterior, podríamos considerar que la asexualidad es más una orientación sexual –como lo es la homosexualidad, la heterosexualidad o la bisexualidad– que una elección.
El origen de la abstención
La asexualidad como orientación tiende a sostenerse toda la vida, por eso cabe la distinción entre la asexualidad como orientación sexual y como una represión del deseo debido a factores externos y/o experiencias subjetivas.
Si hablamos del influjo del contexto, se argumenta que algunos factores, como el exceso de pornografía, la presión actual por ser ‘hipersexual’, la creencia de que el sexo es algo ‘sucio’, antihigiénico, pecaminoso e impúdico, pueden fomentar el nacimiento de un movimiento asexual, que reivindica el derecho a abstenerse de tener sexo.
Si hablamos del influjo del contexto, se argumenta que algunos factores, como el exceso de pornografía, la presión actual por ser “hipersexual”, la creencia de que el sexo es algo “sucio”, antihigiénico, pecaminoso e impúdico, pueden fomentar el nacimiento de un movimiento asexual, que reivindica el derecho a abstenerse de tener sexo.
Desde la psicología, se dice que la ausencia del deseo sexual surge durante el periodo conocido como latencia, entre los 6 y 10 años, cuando el niño deja de interesarse por la sexualidad hasta el inicio de la adolescencia. Se sugiere que algunos individuos, debido a un sometimiento moral fuerte o a experiencias traumáticas en esta etapa, rechazan crecer y prefieren reprimirse. Distinguir estos casos es de suma importancia, así como ir a una consulta de psicoterapia para reconectar con el deseo si así se quiere.
/ Prostock-Studio/Getty Images/iStockphoto
Muchas parejas llegan a terapia por la carencia de deseo sexual en alguno de sus miembros, pero en múltiples casos esto correlaciona con un tema de poder, resentimiento o hastío de la vida de pareja; en estas situaciones, el terapeuta ha de descartar tanto un trastorno por aversión al sexo y un deseo sexual hipoactivo como una falta de claridad con respecto a la posible asexualidad como orientación. Sobra decir que quienes se identifican y definen como asexuales critican estos diagnósticos, pues reconocen y afirman su bajo o nulo deseo. Sugieren que les estresa más la discriminación social de la que son blanco y la complicación para conseguir pareja que su inapetencia sexual.
Es esencial distinguir entonces a los asexuales que están cómodos con su orientación de las personas reprimidas o médicamente no diagnosticadas que padecen y sufren su condición.
¿Algo está mal?
Como he explicado, no podemos descartar –del mismo modo que lo haríamos en cualquier caso de orientación sexual– el hecho de que la persona en cuestión haya desarrollado mecanismos de defensa debido a situaciones traumáticas o de violencia, falta de educación sexual o poca estimulación y exploración, pero catalogar a todos los asexuales como personas con algún trastorno sería un error.
El tema resulta novedoso, ¿verdad? Por eso muchas personas, desde activistas hasta especialistas, lo han tratado de explicar e interpretar desde distintas perspectivas. Unos lo reivindican como una orientación, otros como una práctica, algunos más como una postura de resistencia a las presiones de la vida moderna y los más transgresores lo plantean como la respuesta lógica a la abrumadora hipersexualidad que exalta el desempeño sexual y el valor del erotismo.
La resolución de la vida cotidiana
La atracción sexual es diferente a la respuesta fisiológica del cuerpo respecto al estímulo sexual. Aunque muchas personas asexuales experimentan cierta libido, simplemente no la dirigen a una persona específica ni sienten deseo de actuar sobre ella. Hay quienes buscan alguna descarga sexual, por lo que optan por masturbarse u, ocasionalmente, tener alguna actividad sexual. Pero en su mayor parte, lo que los caracteriza es su falta de deseo de tener relaciones sexuales.
Aunque muchas personas asexuales experimentan cierta libido, simplemente no la dirigen a una persona específica ni sienten deseo de actuar sobre ella. Hay quienes buscan alguna descarga sexual, por lo que optan por masturbarse u, ocasionalmente, tener alguna actividad sexual.
Ser asexual no significa no disfrutar nunca de la sexualidad, menos aún tener problemas de erección o falta de lubricación y capacidad de alcanzar el orgasmo, lo que ocurre es que los que tienen esta orientación presentan menor excitación física, menos libido y escaso o nulo impulso sexual. De hecho, su disfrute durante el sexo puede radicar más en la sensación física del momento, porque experimentan el placer de la otra persona, se sienten emocionalmente cercanos a su pareja con el sexo o saben que la actividad les hace bien físicamente.
Es común que una persona asexual, por tanto, negocie con su pareja las prácticas, la frecuencia y las condiciones de su vida sexual. Algunos incluso llegan a pactar relaciones no monogámicas, entendiendo que la necesidad y el deseo del otro supera al propio. Otros más sienten menor urgencia de tener una pareja formal y satisfacen sus necesidades emocionales, intelectuales y físicas a través del establecimiento de diferentes vínculos sociales.
/ martinedoucet/Getty Images
Tipos de asexualidad
Esta se manifiesta de diferentes formas:
Grisasexuales: son aquellos que experimentan, de vez en vez, atracción sexual, sin llevarla a la práctica siempre, solo en escasas ocasiones. Generalmente la atracción no se acompaña del deseo sexual.
Demisexuales: son las personas que requieren tener una fuerte conexión emocional con alguien, ya sea romántica o amistosa, para poder sentir deseo sexual y mantener una cierta vida erótica activa.
Grasexuales: en ellos fluctúan temporadas en que sí experimentan y otras en que no experimentan la atracción sexual.
Algunos asexuales no tienen apetito sexual ni atracción romántica, mientras que otros tienen una u otra o las dos.
Como vemos, algunos asexuales no tienen apetito sexual ni atracción romántica, mientras que otros tienen una u otra o las dos. Si bien estas categorías no son fijas ni rígidas, ni necesariamente estables, lo importante es que desde la conciencia y la responsabilidad, los que se asuman asexuales tomen decisiones respecto a tener o no pareja, y si la tienen, si será otra persona asexual o no, y si no es una persona asexual, negociar el tipo de relación respecto a su actividad sexual –frecuencia, iniciativa, rituales– y su acuerdo entre la monogamia o la no exclusividad sexual.
Para agregar complejidad al asunto, podemos decir que por la orientación romántica, una persona asexual puede considerarse heteromántico, biromántico u homoromántico. También puede ser aromántico, si además de atracción sexual, carecen de atracción romántica; estos últimos tienden a crear círculos sociales íntimos con quienes comparten una conexión emocional sin que esto implique una relación de pareja.
Así como las personas sexuales/románticas definen como crush a su atracción por alguien que les gusta o de quien se han enamorado, los asexuales llaman squish a su “persona favorita”.
Falta trecho por recorrer
En general, los asexuales afirman que se puede ser feliz sin sexo, y que no se contrapone una vida socialmente activa con una sexualmente pasiva. Asimismo consideran que disfrutar de la soledad sexual no significa descuidar la amistad y que no requerir del sexo no necesariamente es sinónimo de renunciar a la pareja y al enamoramiento.
Es importante integrar la posibilidad de la asexualidad como una opción más de vida, y con ello contribuir a que la diversidad se integre y la inclusión se sostenga.
Es importante integrar la posibilidad de la asexualidad como una opción más de vida, y con ello contribuir a que la diversidad se integre y la inclusión se sostenga, dando a cada quien el derecho de conocerse, reconocerse, describirse y vivir desde la propia experiencia y no respecto a etiquetas externas, diagnósticos clínicos y prejuicios sociales.
* Tere Díaz es autora de los libros Celos, Volver a empezar, 29 claves para encontrar pareja, Cómo identificar a un patán y ¿Me quedo o me voy?, además es psicoterapeuta, docente, coach, investigadora, capacitadora, tallerista, conferencista e invitada frecuente a todo tipo de medios.
Síguela en sus redes sociales:
Twitter
@tedisen
Facebook Tere Díaz Psicoterapeuta
Instagram @terediazsendra
Web terediaz.com
Te puede interesar: Las zonas erógenas que debes conocer más allá del clítoris
Suscríbete aquí a nuestro Newsletter para que estés al día con nuestros contenidos.